Desnudos, cercanos y llorando sangre.

La cena se hacia larga, los ojos de la dama me llenan de espanto, temor, miedo de volver a besarla. Tiene frío el perro, el ventanal de la sala esta más que abierto las cortinas vuelan ajustadas.-tengo que confesarle algo.- dijo de manera audaz. luego la dama le preguntó dudosamente:¿ Qué ocurre Gustavo?.- el la miró unos segundos y le contestó: me veo extremadamente ridiculizado con lo que le voy a decir( se ruborizó), quiero que sepa que estuve pensando seriamente en usted y en su niña y, lo difícil que es para usted ser madre sin alguien que la acompañe en su solemne destino de mujer, quería decirle que.... espere!.- interrumpió Analía llena de fuego en sus palabras le dijo.- ¿Qué esta tratando de insinuarme?, porque si piensa que yo soy una.. nono!!!.-gritó negando. me parece que se confunde, lo que yo quería expresarle es mi más sinceridad con usted y mis sentimientos no tan repentinos, pensamientos que tengo a veces a la madrugada y que no me permiten concluir mi sueño, lo que quería decirle es que me llenaría de infinita felicidad estar a su lado compartiendo su belleza día a día.
se levantó de la mesa extensa y se aproximó a ella que estaba sentada; se colocó detrás del respaldo y la tomo por los hombros con sus manos, ella lo tomó con una sola mano rozando sus dedos cerrando las pestañas lubricando su retina, su pelo atado; un rodete en sus cabellos rubios. el se acerca a su oído y le susurra unas palabras suaves, pero intensas en todo sentido ella mueve su cabeza hacia los labios de el, respira y lo besa lentamente como si fuese una espectadora de sus labios y, el cerró sus ojos. Lentamente los dos abrieron los ojos ella estaba en París estudiando abogacía y viviendo en una pequeña calle cerca del río, el no tenía la menor idea de que sucedería con su vida ese día, mientras recogía cartones en plaza de mayo, dejó caer sus rodillas mientras las baldosas le abrazaban la mitad de sus piernas y las lágrimas caían como ácido atravesando el piso, esclavo.