lunes, 29 de noviembre de 2010

El Carrusel Ambiguo

“Relojes, espeluznantes medidores del tiempo inexistente,

son los que coaccionan el nido de agujas y tuercas que se engranan

lentamente, marcando el fin y el principio del día, provocan ruidos como

cu-cus , o tic tacs molestos que no permiten la concentración y mucho

menos el énfasis impetuoso que se le debería poner a los momentos o situaciones

que se encuentran en la vida, son los que han titulado en los libros hechos históricos

que sulfuraron la deformación real, dándole vida al espacio de la imaginación mas fructíferamente y, por sobre todas las cosas procreando el caos educacional del ahora. El momento es hoy, es ahora cuando se puede decidir, cuando decimos sí a algo que no queremos, cuando bostezamos de cansancio que se estimula mas al mirar esos pequeños números dentro de un simple redondel recubierto por un vidrio marginal que se rompe con la mirada absuelta de los curiosos.”

Ayer fue un día triste, gris, apagado como una colilla de cigarrillo en un cenicero roto

hecho de aluminio y fácil de doblegar, pero al punto de quebrarse como una hoja seca en otoño, lo interesante de todo esto es que estamos en la estación primaveral, y ya esas hojas no se ven por el barrio, es raro que el tiempo tenga marcada las estaciones y que el clima u el otro tiempo (así llamado también.) sea despectivamente irónico con lo que se estipula para cada periodo del año. La linda y pequeña niña se encontraba en el carrusel sola, por lo que me decidí en observarla minuciosamente sin perder las vueltas que daba sobre ese antagónico caballo blanco que estaba atravesado por un tuvo de colores blanco y rojo, prontamente note que con cada vuelta su cabello se iba tornando mas oscuro, de la claridad absoluta de esos claros cabellos rubios que de lo delicados y finos que eran, causaban un brillo inexplicable paso a ser la turbiedad total de un erizado, oscuro y color chocolate con tendencias afro de los años 80, pero su piel también se había transformado raramente, al igual que su cabello paso de lo mas claro a los mas oscuro.

Mis pupilas marrones e impertinentemente comunes creyeron haber tenido una alucinación extrema producida por los estupefacientes, pero no era debido a esto.

Luego de mirar esos movimientos me involucre en la idea de acercarme al carrusel, lentamente acelere mis pasos dentro de esa pequeña plaza falta de pasto y llena de cemento (según la ley, no se podía entrar a la plazoleta de noche, por lo que se encontraba enrejada), con el desinterés que esto me causo, seguí caminando hasta poder acercarme a la calesita, que emitía una canción muy peculiar, parecida a las que se transportan en las películas del genero de terror de los años 50, que parecía ser muy cínica e interminable, la voz de la niña se oía fuertemente lo cual agudizaba mis tímpanos dolorosamente logrando sacudir mi imaginación hacia el lado del temor que me generaba. Solía ir a releer mis tesis antes de entregarlas por lo cual aquella plaza a tales horas de la noche me llenaba de inspiración para corregir mis errores más profundos.

Nunca me había ocurrido algo tan distante de mi mente como lo que estaba por descubrir, cuando de repente la música se detuvo repentinamente y la calesita dejo de girar pareciese que nunca hubiese pasado, una luz fuertemente enceguecedora alumbro mi cara, tuve que cubrir mi rostro con las manos, hasta que escuche una voz imponente que decía.- Alto! Quédese quieto! Recuéstese en el piso!-. (Eran oficiales de la policía). Pase toda la noche encerrado en una comisaría por violación a una ley de preservación de espacios públicos, por lo que no pude descubrir ese hecho que me dejo con tantas dudas con respecto a mi lucidez, retome un libro que estaba leyendo durante varios meses y del cual tenia que preparar un trabajo, la celda estaba fría y se podía ver el vapor que salía de los barrotes, la celda contaba con una pequeña ventanita enrejada que daba a un callejón maloliente y tenebroso, podía sentir el miedo de estar allí, pero sin importar lo que me ocurriese seguí leyendo, me había propuesto terminar de leer el libro antes del amanecer, a lo cual me remití. Allí conocí al oficial Colby que era oriundo de paternal, el me estuvo dando charla toda la noche, me hablo de la gente ya que pasaba varias noches día a día allí y que nunca nadie tuvo los mismos gestos de intolerancia que se notaban en mi cara, la injusticia de soportar una noche allí, nunca la había visto, ni nada parecido por el momento. solo una vez pudo ver algo similar pero lo que le había pasado a aquel preso no era nada comparado con lo que me había ocurrido a mi para el oficial , a lo cual me pregunto por que había entrado a aquella plaza a tales horas de la noche, le conté que solía ir allí seguido y que pretendía unos instantes de soledad, luego decidí, dubitativamente, seguir mas allá de lo que tenia pensado decirle e hice énfasis en aquella impertinente situación, sobre la niña y todo la mística que sentí en mis ojos al ver tal escena de pánico, el rostro del hombre fue tan expresivo, que su cara se desfiguro totalmente, sus ojos salían a borbotones fuertemente y unas leves gotas de transpiración lo agobiaban insulsamente.

Seguí estorbado por la niña que estaba en el carrusel, era tan pequeña, tan inocente, me hizo recordar el bello rostro de mi hija, Blanca, esto me genero cierto escalofrío al pensar que podía haber sido ella la que se encontrase sola en ese lugar tan triste y vacío que solo yo disfruto por las noches, debería cambiar de rutina pensé, pero luego escuche un estrepitoso ruido que salio del callejón como un grito congelado, áspero y sin vida. Me levante del piso frío y asome solo mis ojos con espanto por la pequeña ventana, y allí estaba de nuevo la niña, con dos trenzas atadas giro su cabeza hacia mi, sus ojos estaban sombreados y no los podía ver, alargo una sonrisa macabra que parecía tan sinuosa como ese callejón oscuro sin embargo sentía esa mirada penetrante que yacía en el lecho de mis pupilas encarcelándome aun mas en la preocupación instantánea de saber quien era, dudaba de hablarle, tenia miedo de que se asustara y se fuera, pero tome coraje y le pregunte en voz baja.- ¿quien eres pequeña niña que vienes siguiendo mi ruta tan desgraciada?-. Mis ojos estaban totalmente cansados y el hambre recorría mi estomago o quizás era la incertidumbre. Pestañeé un instante y al retomar el foco de mi vista no pude ver nada más que una simple sombra yéndose a lo lejos. Caí en la ilusión mística del plano llano de mi imaginación sin saber porque mi inconciente me jugaba esa mala pasada en una situación tan caótica e irreverente como el ser ilógicamente encarcelado por una sociedad tan arremetida que critica todo lo que ve, oye y siente, afectando a terceros y nunca focalizándose en la meta primitiva de conocerse a si mismo y tratar de descubrir los misterios que se esconden en las diferentes partes de nuestras raíces cerebrales, por lo tanto creí haber estado fantaseando nuevamente con la niña y creí estar dormido, pequeñas tiritaciones en mis labios me molestaban por el frío de hielo que se iba incrementando aun mas en la celda. Los guardias dormían al igual que un pobre obrero cansado de levantar ladrillos y mezclar cemento toda una mañana agobiadora que termina en el fin de un sueldo misero generado por el destello de esta sociedad tan inclinadamente hacia los ejes derechos de la política poco inclusiva y mas que nada basada en las teorías de Adam Smith, claro esta que la policía se movilizaba por causa de todo este suceso de acciones políticas mal condimentadas por el dinero convincente que les susurra día a día a sus oídos las condiciones del enfermizo poder adquisitivo que obtienen por los sobornos y la corrupción.

Mi vista comenzó a verse borrosa, nula, me sentía totalmente reducido, ya había bajado todo tipo de condicionamiento en la forma de ver las cosas, la noche había sido muy rara y siniestra, por mi forma de verlo, me había quedado con ciertas dudas, por lo que decidí acostarme en el suelo por mas frío que este se encontrase, entonces el sol empezó a salir y la oscuridad de mi celda se volvió mas pálida pero seguía teniendo ese matiz obstinado de perversión viciada en el ambiente, me recosté inútilmente durante un par de horas que parecieron largas, pero conmovedoramente denotadas por un temblor de alegría al saber que pronto estaría en mi pequeño departamento de hombre solo, sin ningún tipo de compañía mas que la de unos pequeños peces tropicales que se les llamaba pez disco por su forma redonda, con unos colores tan vivos, son tan bellos, es la especie considerada como “rey del acuario”, estos peces amazónicos son tan delicados que requieren de un cuidado no tan intensivo pero si necesario como para adjuntarse como una responsabilidad mas.

Al fin pude volver allí, a mi palacio de espinas en la alfombra y a mi cimiento de pocos metros que me dejaba escuchar el crudo crujido de los vecinos en la cena, que me admitía como el “rey de ese acuario”. Prontamente decidí ir a la alacena para buscar alguna bebida con tinte purpura que pudiera satisfacer mi cansancio y provocarme un sueño mas acogedor que el de la noche pasada, el siniestro atentado a mi mente que ocurrió allí siguió conmoviendo mis pensamientos pero no pude pensar en volver a ese lugar a lo cual no retorne allí por un tiempo tratando de olvidarme, buscando distraerme en mis trabajos, proyectos, mi vida misma.

Este ultimo tiempo fui acercándome mas a la sociedad que de costumbre, siempre fui alguien muy cerrado en mi mismo, nada alentador, mucho menos nada saludable para mi reputación y ego que tan bajo caía como la sombra de los árboles cuando el sol se va ocultando atrás de los edificios, Arlen se titulaba así misma como extravagante, liberal, llena de destellos de belleza, con el delicado toque del glamour que le provocaban todas sus joyas distinguidas que enriquecían aun mas su femineidad, su nombre compuesto arrinconaba todo el brillo de su limpio conocimiento que carecía de reverencia sobre la sociedad encerrando todos sus principios de humildad, encerrando el aura de la pluralidad, esto no me interesaba tanto, ya que toda su belleza, simpleza e ironía que demostraba cada día en cada encuentro que teníamos me dejaba pasmado, atontado, enamorado, era tan dulce como las frutillas bañadas en azúcar, su boca savia fría, húmedamente suave pero acarameladamente acogedora, me miraba esperando respuesta de mis labios secos, ansiaba escuchar de esa boca tímida los sentimientos que nacían en mi agujero, con paciencia buscaba saber lo que pasaría en ese lago profundo, donde el frío es asfixiante, donde ocurren cosas brillantes, que muchos dicen conocer pero que si realmente no viajan allí, nunca conocerán el placer. Solíamos vernos en mi departamento, disfrutar de ricas cenas, despertar al alba y observarnos por largas horas, en las cuales las sonrisas eran inevitablemente algo inspiradoras para empezar nuestro día, nos gustaba leer juntos prosas cortas de poemas largos que nos llenaban placentera y golosamente el conciente, me sentía Freud en un diván tratando de encontrar el porque de varias cosas subyugantes que se refugiaban en el aura clara de esos ojos rígidos como los de un alemán de raza pura que no sabe porque matar.

En fin, con todo esto había logrado olvidar ciertos momentos oscuros en mi largo camino de vida, veía a Blanca cada vez más madura, me contaba de sus pretendientes en la escuela, me sentía enorgullecido con ella. Parecía mejorar todo suavemente con paciencia, con incertidumbre, parecía el ojo de un huracán pero estaba en su mejor momento, en la parte de misterio que se complementaba con aquello que disfrutaba día a día.

Me describo vanamente como una persona encantadora a primera vista pero también puedo ser disgustante, no puedo entender todavía como estoy con esta mujer, es una contradicción total con lo que me conforma como persona, como humano, como guerrillero de mis pensamientos, de mis ideologías, me gusta comprender y saber leer la verdadera situación del incentivante cronograma que se perdió en nuestra sociedad, me gusta poder ser participe del cambio en las diferencias que se establecieron aquí y allá, o en donde quieran llamarlo, soy incitador a criar a mi hija con la humildad necesaria para poder ponerse a favor de la justicia y oponerse a la vida adrede e inhumana que establecen "Los Grandes Felinos", pero bueno se que soy un hombre con fuertes ideas, que nadie puede irrumpir fácilmente en lo que me pasa, solamente algo grave tendría que pasar para que cambie mi forma de pensar, de participar, de recrear la seguridad que tengo afortunadamente, debo filmar esa película y ser el héroe de los latinoamericanos, de brillar en el núcleo social, pero a la vez debo poder saber que hice bien al tomar decisiones complejas que se basan en varios libros que aun hoy en día no se han podido descifrar o poner en practica.

Meses después me encontré casualmente con Colby en una calle, el no me reconoció, pero yo si, esa noche jamás podría borrarla de mi hipotálamo, le interrumpí la caminata rutinaria que llevaba mientras tanto, pensaba en porque había reaccionado de manera tan extraña en aquel momento cuando le conté mi historia, posiblemente haya pensado que tenia alguna que otra discapacidad cerebral porque luego de eso no hablamos mas, mientras que iba caminando, le pregunte cual era el motivo de su reacción y me contó que el joven que había estado perturbado en aquella celda le había contado una historia similar a la mía, a lo cual supuse que mis posibles alucinaciones hayan sido reales, y que nada de lo que vi era una farsa inventada por mis ojos, estaba tan contento al escuchar esto que lo invite a tomar un café en un bar en Corrientes y Medrano cerca de la universidad tecnológica, empezó a contarme que el joven se llamaba Marcus que lo recuerda tal como si hubiese pasado tan cercanamente a la fecha, era muy flaco de pelo largo como el de un músico atolondrado, tenia barba dejada y los ojos medio desviados, dijo que el joven le empezó a decir que esa noche había visto una niña dentro de una calesita, que la calesita estaba girando rápidamente y que la niña cambiaba su forma como su tez, lo vio muy asustado, muy obstruido mentalmente, Colby pensó que esto fue producto de la marihuana que le encontraron, que por esto lo habían llevado preso.

El café se estaba terminando, los pequeños biscochos eran nada más que migajas ya. El sol se ponía lentamente sobre la ciudad. Paso un mes ya de aquel encuentro con el oficial, parecía todo ya perdido, pero empecé a interesarme sobre el caso, claramente ya era algo que concernía en mi cabeza, la tarde se hacia rápidamente y recordé que tenia que buscar a Blanca(no estaba tan acostumbrado por que hace poco tiempo se mudo a mi departamento) por la escuela antes de que pueda lograr verme como un padre desinteresado, llegue rápidamente en la camioneta y allí estaba, era ella, exactamente igual, el mismo vestido, los mismos ojos, los mismos rasgos, la preocupación de la similitud entre las dos niñas me empezó a asustar. Al llegar la noche, volví repentinamente cansado a mi morada, los diarios desordenados en la mesa habían demostrado un día intenso en torno a lo atareado que me encontraba esos días. Decidí tomar un vaso de leche e ir a tapar a mi nena lo cual solía hacer cada vez que venia a dormir a mi departamento, llene el vaso y al caminar por el pasillo todo el lugar se encontraba en terrible silencio, no puedo explicar la sensación de escalofríos que me produjo tal silencio, pero seguí caminando y escuchando el crujido de la madera en cada paso que daba, al llegar al cuarto, abrí la puerta despacito para que ningún tipo de ruido la despierte. Entre, me acerque a la cama para cobijarla y note que la ventana estaba abierta y corría una brisa fuerte, luego de darle un beso en las manos, pensé en cerrar la ventana y cuando mire justamente hacia allí, apareció nuevamente la niña, solté el vaso de leche que cayo al piso e impacto de tal manera que me corte con el vidrio, lo cual despertó a Blanca, y la asusto, al mirar nuevamente a la ventana la niña ya había desaparecido. Mas tarde, luego de haber subsanado la herida con alcohol y una gasa, llame a Arlen para que viniera a hacernos compañía, el insomnio me había sucumbido y no sabia que hacer, no suelo dormir cuando me siento impactado por algo.

Al otro día volví repentinamente, despues de meses; Blanca ya no estaba.



Brian Ive