sábado, 6 de junio de 2009

Madera podrida

Me cocino lentamente en el horno como un pez nada hasta el final,
Liberando el miedo espacial, el subsistir inútil al abrir los ojos.
Trato de no derramar sangre cada vez que falta comida, que no hay salida
Sin alimentar mi camino inesperado de bienestar superfluo, infierno adentro,
Calles desesperanzadas de almas góticas y pequeños tentempiés de diablos.
Cuchillos que caen en mi cabello, rebotando y destrozándome.
Me arrodillo lentamente sobre las brasas ardientes pidiendo conformarme,
Viendo roer mi piel, metiendo mi boca bajo la bufanda para cubrir mis gestos.
Quizás sea así el comienzo, no se porque no me resigno en este circulo inconstante
De aventuras perturbantes y aliviantes que se drenan ahí, en lo mas bordo, y sigo en pie
A pesar de estar sentimentalmente asesinado como un regalo al ser rechazado.

miércoles, 3 de junio de 2009

Bajo la higuera duerme el rey


Solto muy fuerte esas cadenas

que ataban sus pulmones

ahora esta en condena

tan pobre de corazones


y tanto tiempo de haber servido

a la comida free y al anonimato

ahora es el mismo hombre

en una selva matando patos


fue asi como su gloria de galan

y su barba subverisva
se llevaron el gran prix en la pista

de la muerte


se dijo culpable

culpable de pensar

y asesino del dolor



asi el mayor rey suspicas

el gran hijo santurial

pequeño hombre con

tamaña alma

cumplio condena de por vida

en un selva muy perdida



con balas de plomo

mataron aquel hombre lobo

que de tan bondadoso

termino como un oso de peluche

recubierto por un trapo



toda esta malimba

se fue por el drenaje

se fue el papa de simba

y desaparecio el coraje



se dijo culpable

culpable de pensar

y asesino del dolor
























lunes, 1 de junio de 2009

Semejante al pasado.


Todo se desplomó aquella mañana otoñal, las hojas renegaban fuertemente del clima, pocas gotas caían estupefacidas por la humedad.
Mientras caminaba por una calle empedrada, olvidada, vacía y tan pacifica, todo ocurría tan simplemente bien. Unos silbidos del viento, el roció en mis ojos como pulgas de perro atoraban lo que pensaba. Solía caminar diariamente.
Era gustoso de ver los paisajes del mundo escondido, sentir la calidez del día y lo opaco de la noche, nunca tuve horario alguno para esto.
Entre en el tan verdeado jardín botánico y observe los gatos, las flores, los cactos, los árboles altos, también la gente pensante, sonriente, algunos solos y afligidos, conocí allí una paz diferente, un mundo elocuente pero también distante. Claramente no estaba contento, me sentí sin aliento y continúe.
Al salir de allí vi en mi mente las caras imprudentes de las flores sumergidas en una amargura fría imperfecta, sentí la nostalgia y continué caminando sin noción alguna de mi próximo destino.
Los autos en las calles rompieron con mi calma, tocaron mis orejas hasta extorsionarme, hostigarme, tal era el peso de ese plomo que el sonido entro a mi corazón como un arpón, el malestar era cada vez más satírico, cada paso estaba contado hasta su destino. La mente ya no me controlaba, era tan importante lo que veía allí, en ese lugar, imágenes evocantes, eran unos ojos rojos y con pupilas negras y pequeñas que me acecharon todo el tiempo, hasta que empezaron los gritos tan parecidos a los de un marrano en su degollé, como un cuervo atorado en la noche, pero era de día y yo seguía.
Me acerque a una estación de servicio a refrescarme la cara con agua tibia. Me vi en el espejo todo pálido, transpirado como un viejo, con los ojos tan caídos y las pupilas como el sol sin fuego, se nublo mi imagen y pronto surgió un trasfondo. Era un rostro y los mismos ojos, con una boca pequeña rodeada de una leve barba, tenía una expresión de miedo y dolor, parecía resistente y aguerrido a pesar de todo. Decidí salir de allí, todo era un susto, camine hasta un gran parque, florido y colorido, flores muy coloradas y las gotas eran pequeñas balas.
Llegue a una cúpula cerca de un pequeño lago, mi cuerpo no dio más, las rosas rojas caían negras sobre mi como símbolo de algo perdido, allí me acosté sentí las punzadas y pensé que tal vez tu muerte era la mía.





dedicado a las personas que sufrieron la historia de nuestra nación.