lunes, 1 de junio de 2009

Semejante al pasado.


Todo se desplomó aquella mañana otoñal, las hojas renegaban fuertemente del clima, pocas gotas caían estupefacidas por la humedad.
Mientras caminaba por una calle empedrada, olvidada, vacía y tan pacifica, todo ocurría tan simplemente bien. Unos silbidos del viento, el roció en mis ojos como pulgas de perro atoraban lo que pensaba. Solía caminar diariamente.
Era gustoso de ver los paisajes del mundo escondido, sentir la calidez del día y lo opaco de la noche, nunca tuve horario alguno para esto.
Entre en el tan verdeado jardín botánico y observe los gatos, las flores, los cactos, los árboles altos, también la gente pensante, sonriente, algunos solos y afligidos, conocí allí una paz diferente, un mundo elocuente pero también distante. Claramente no estaba contento, me sentí sin aliento y continúe.
Al salir de allí vi en mi mente las caras imprudentes de las flores sumergidas en una amargura fría imperfecta, sentí la nostalgia y continué caminando sin noción alguna de mi próximo destino.
Los autos en las calles rompieron con mi calma, tocaron mis orejas hasta extorsionarme, hostigarme, tal era el peso de ese plomo que el sonido entro a mi corazón como un arpón, el malestar era cada vez más satírico, cada paso estaba contado hasta su destino. La mente ya no me controlaba, era tan importante lo que veía allí, en ese lugar, imágenes evocantes, eran unos ojos rojos y con pupilas negras y pequeñas que me acecharon todo el tiempo, hasta que empezaron los gritos tan parecidos a los de un marrano en su degollé, como un cuervo atorado en la noche, pero era de día y yo seguía.
Me acerque a una estación de servicio a refrescarme la cara con agua tibia. Me vi en el espejo todo pálido, transpirado como un viejo, con los ojos tan caídos y las pupilas como el sol sin fuego, se nublo mi imagen y pronto surgió un trasfondo. Era un rostro y los mismos ojos, con una boca pequeña rodeada de una leve barba, tenía una expresión de miedo y dolor, parecía resistente y aguerrido a pesar de todo. Decidí salir de allí, todo era un susto, camine hasta un gran parque, florido y colorido, flores muy coloradas y las gotas eran pequeñas balas.
Llegue a una cúpula cerca de un pequeño lago, mi cuerpo no dio más, las rosas rojas caían negras sobre mi como símbolo de algo perdido, allí me acosté sentí las punzadas y pensé que tal vez tu muerte era la mía.





dedicado a las personas que sufrieron la historia de nuestra nación.

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